El cuadro femenino de Valladolid nos dejaba a su particular reina y el masculino a su rey. La Plaza Mayor ha querido deleitar a los dos jugadores locales con un título que se les resistía desde hacía tiempo, elevándoles por encima del calor y de los aplausos. El torneo (seguramente el más especial para ambos) ya figura en su palmarés.
Se medía Arturo Coello junto a Agustín Tapia a unos rivales diferentes a los que acostumbran en la final. Delante no había rojo o blanco, sino rosa, y no estaban Alejandro Galán ni Federico Chingotto, sino Juan Lebrón y Franco Stupaczuk. Igual derroche de talento e imaginación, igual peligro para ellos.
El partido arrancó con los abanicos siendo el único ruido en la central junto con la pelota y el repiqueteo periódico de las campanas, algo que hace todavía más especial a esta cita; mucho calor y la pelota volando de un lado a otro sin que nadie fuese capaz de frenarla hasta que, tras los primeros compases en los que los cuatro se midieron, comenzó el fuego aéreo.

Se arrancaron primero los de Carlos Pozzoni en el octavo juego, con 3-4 en el marcador, para mandar el primer (y casi único) aviso del que fueron capaces: break y 3-5 para ellos. Eso supuso despertar a las bestias y encender su «modo depredador». El problema para Juan y Franco es que ellos eran las presas y estaban justo delante, por lo que eran cacería fácil.
Ese 3-5 encontraría rápida respuesta de los nº1, pues lograban el contrabreak para poner el 4-5 y apretar más si cabe un partido que se estaba jugando en un milímetro, con precisión total. Y de ahí, al 5-5, tablas de nuevo, sacando el orgullo el vallisoletano y el argentino. Rabia sobre todo del local, que se vino a la red a marcar territorio, tapando todos los huecos e impidiendo que jugaran cómodos enfrente, forzándoles a los globos y amenazando siempre con su juego aéreo. Eso le valió para echar atrás a Juan y Franco y provocar el error del primero, haciendo que perdiera su servicio y que los chicos de negro dieran un golpe moral enorme (6-5).
Y en este caso, como no hay tres sin cuatro, conseguirían el cuarto juego consecutivo los de Gustavo Pratto. Uno más para la puntilla, para hacer rugir a la grada y apretar el puño, uno más para poner el primero en su marcador (7-5).

¿Y cómo comenzaron el segundo set? Pues arrasando nuevamente, con un break para sumar su quinto jugo consecutivo (1-0) para luego hacer el sexto, con un toque sutil del ‘Mozart’ Tapia (2-0). Se estaban empezando a gustar mientras que las dudas nublaban la cabeza de los de rosa, especialmente la de Stupa, que se veía sobrepasado y la pareja solo podía conseguir puntos con los arreones de Lebrón, y eso que entre sets había solicitado fisio en el vestuario, por lo que aparentemente estaba jugando con problemas físicos.
Sin embargo, se dedicó a morir en la pista, a no dejarse vencer con facilidad y a llevar a su pareja en volandas como buenamente podía; acortó distancias (3-2) pero cada golpe era un suplicio en su zona lumbar y no le permitió tener regularidad. Los chicos de negro hicieron la sangre justa y cada vez con más regularidad volcaban el juego hacia el lado de Stupa, demasiado errático en el ecuador, y así se mantuvieron siempre por delante hasta el final, cerrando en el décimo juego un título que Arturo Coello, ante los suyos, buscaba desde hacía unos cuantos años en el epicentro de su ciudad (recordemos que el pasado año ganó pero no se disputó el torneo en este emblemático escenario). Mismo resultado que las mujeres pero con los sets cambiados (7-5 y 6-4).

Quinto título de la temporada para una pareja que sigue ampliando su ventaja al frente de la tabla (además del número 23 como pareja en 31 finales disputadas en Premier Padel). Su hambre no se detiene y tras sacarse la espinita, miran a Burdeos, donde ha empezado ya un nuevo desafío.