Excelente se queda corto como calificativo a la final de Milán. La cita italiana cambiaba el idioma local por el español y el argentino, a partes iguales, y por la máxima emoción, pues dentro del Allianz Cloud el ambiente era de fiesta ante lo que estaba por venir.
Arturo Coello y Agustín Tapia, magníficos durante todo el torneo y la temporada, y Ale Galán y Fede Chingotto, ahora un poquito más cerca de ellos que hace un mes. Una batalla que se presuponía complicada pero que iba a ser una montaña rusa de sensaciones.

Porque la primera manga cayó con un juego de tiralíneas, casi perfecto y con la estadística como gran aliada, del lado de Coello y Tapia, quienes hicieron de todo y todo bien para imponer un ritmo demoledor que incluso desquició al propio Galán (6-2).
No obstante, Jorge Martínez pidió recomponer filas y cambiar la táctica, que Galán se cruzase y entrase más por el medio para sembrar el caos y con ese retoque y algún otro, la cosa cambió, metiendo ellos la directa. Se tambalearon las aspiraciones de los «hombres de negro», que empezaron a ver cómo sus voleas no tenían el mismo peso ni la misma precisión, y cómo los rivales encontraban el camino perdido y metían la máxima presión posible, pues aunque Arturo y Agustín tuvieron hasta dos oportunidades de break, no aprovecharon ninguna, algo que sí hicieron Fede y Ale (3-6).

El tercer set era el momento de redimirse, para las dos parejas. Los nº1 para recuperar sensaciones y los nº2 para mantener el pie sobre el acelerador. Gustavo Pratto pedía piernas y volear mejor, Martínez animaba a los suyos diciendo que iban 1-1 y que tenían que dar más todavía. Y vaya forma de darlo.
Porque el arranque fue de precisión y potencia absoluta, lanzados, cual Ferrari, exprimiendo Galán y Chingotto sus mejores cualidades para hacer no uno, sino dos breaks, y hacer zozobrar la nave de los hombres de negro (0-4). El de Leganés rompía toda defensa posible con su pegada, más allá de las molestias en su rodilla derecha, que le hacía apoyar con alguna que otra duda en su servicio, pero eso no le impedía azotar una y otra vez a los rivales. Alejandro Galán era un monstruo por arriba, y no frenaba. No perdonaba.

Tuvieron no una sino hasta tres pelotas para poner incluso el 0-5; no fue a la primera, tampoco a la segunda, ni a la tercera, pero sí a la cuarta, cuando saltó la sorpresa. Un partido muy extraño en cuya locura reinaba un pequeño ratón y un gigante español.
Tirarle un globo a Galán era pecado mortal, prohibitivo, tampoco al medio, pues corría y se cruzaba, y la consigna estaba clara, percutir sobre Fede Chingotto. Sacaría Ale en el sexto juego y seguía siendo un terror aéreo al tiempo que Fede tiraba con todas sus fuerzas tanto víboras como voleas para impedir que Coello subiera a la red, donde suele ser decisivo; sin embargo, curiosamente, sería un remate paralelo del ratón el que permitiera tener la primera bola de partido, la segunda con una bola de Coello que por milímetros dio en el cristal, la tercera con otro remate de Galán y por fin, en la siguiente, el éxtasis.

Conseguían lo imposible los chicos de Jorge Martínez, algo que casi nadie o directamente nadie había logrado, endosarles un parcial perfecto a los ‘Golden Boys’. Con un 6-2, 3-6 y 0-6, Milán tenía dueños, y no eran otros que Alejandro Gallán y Federico Chingotto, quienes precisamente necesitaban campeonar para mantener vivas sus aspiraciones de número 1. Y han cumplido con el guion, con la hoja de ruta y meten algo más de presión y épica al final de temporada.