La cita de Buenos Aires ha echado el telón. Se termina una semana muy, muy complicada y que ha estado siempre en el ojo del huracán, envuelta en la polémica por la mala toma de decisiones pero en la que han ganado los de casi siempre, Arturo Coello y Agustín Tapia.
El récord de espectadores en las semifinales (16.156 personas) maquilla ligeramente un torneo que ha tenido problemas con los baños (había muy pocos para la cantidad de gente presente), con las entradas tras la suspensión de la jornada de cuartos, problemas también con los accesos (había colas enormes para entrar con la gente muerta de frío al ser invierno), con los precios de la comida, la bebida y las entradas, con la temperatura del pabellón (entraba el aire por la parte superior y veíamos a los jugadores hasta jugando con sudadera), con la señal de televisión, el mal olor del pabellón, etc. Al final, el que ha perdido es el pádel y, por supuesto, los aficionados, pues la prueba ha dejado mucho que desear a nivel organizativo.

Pero volviendo a lo estrictamente deportivo, decir que se vivía un duelo inusual en la final de Buenos Aires. Por fin un local, Agustín Tapia, acompañado de Arturo Coello, habitantes habituales, ante dos que no lo son tanto, Lucas Bergamini y Paquito Navarro. Especialmente reseñable es el caso del andaluz, autor de grandes tardes en la pista pero que desde hacía dos años no pisaba un rectángulo de juego un domingo. Pero Argentina, tierra que respira pádel, le ha vuelto a ver. Y todos lo hemos agradecido.
Tras la toma de contacto inicial, medición mediante, llegaba el sexto juego, donde una bola de Paquito a la red, en una devolución forzada, suponía el primer break del partido, para quién sino para los nº1 (4-2); eso lo aprovecharon para acelerar el juego, ganar más y mejor, y dominar. Ampliaron diferencias con un 5-2.
Sufría la pareja nº7, que jugaba a ramalazos de orgullo, pero Tapia y Coello eran también gigantes en defensa y se parapetaban siempre con éxito, eligiendo sus movimientos y direcciones a la perfección, y frenaban cualquier posibilidad de recuperación de Paquito y Lucas (6-2).

Les pedía Gustavo Pratto en el banquillo a sus chicos mantener el nivel, que fuesen los rivales los que creciesen, porque ellos los estaban haciendo muy bien, mientras que Juanjo Gutiérrez, al otro lado, exigía actitud y más energía, sobre todo de Bergamini. Así salieron a la pista y aunque el brasileño parecía con una marcha más, los puntos caían del lado de los ‘Golden Boys’, impasibles y jugando con tiralíneas. Pegaba uno y pegaba el otro y ni el español ni el brasileño llegaban nunca, consiguiendo un break muy valioso (2-0).
Tapia apareció, se le calentó la mano y empezó a brillar. Hacía lo que quería el ‘Mozart’ en la pista, variando direcciones, rematando y ofreciendo dejadas sutiles; a base de punch, los nº1 masacraban a un Navarro y a un Bergamini muy perjudicados con sus globos (no hilvanaban más de tres seguidos pues la bola llegaba como un misil) y se veían superados por izquierda y por derecha.
El 3-0 causó estragos en su moral pero aun así se agarraron con lo poco que tenían. Consiguieron con bastante sufrimiento un 3-1 y luego acabarían maquillando con los mismos números que antes su presencia en la final escribiendo el segundo 6-2 del partido.

Coello y Tapia fueron muy superiores y no dejaron nada al azar. Esto les ha permitido obtener, en tierras del catamarqueño, el título número 22 como pareja, que se dice pronto, y el cuarto de la temporada, poniendo tierra de por medio con sus perseguidores. Un título que refuerza su status y que les da tranquilidad antes de volver al Viejo Continente para el Italy Major de la semana que viene. Ellos a lo suyo, ganar, y el resto a intentar alcanzarles si es que pueden y se dejan.