En muchos clubes de pádel, el primer día de trabajo de un/a nuevo/a recepcionista suele ser una carrera de obstáculos. Le entregan las llaves del mostrador, el móvil del club, y una libreta medio rota con contraseñas escritas a boli: el Wi-Fi, la plataforma de reservas, la app de socios y la cámara de seguridad. En cuestión de minutos, ese nuevo empleado tiene acceso a prácticamente todo, sin que nadie sepa exactamente qué permisos tiene o qué puede hacer con ellos.
Contraseñas compartidas, correos abiertos y cero control
Aquí es donde entra en juego algo tan sencillo como un gestor de contraseñas para empresas. Con una herramienta así, se pueden asignar accesos de forma individual, mantener contraseñas seguras y revocar permisos en segundos cuando alguien deja el equipo.
Este tipo de soluciones no son solo para grandes compañías. Cualquier negocio con más de dos empleados debería tener cierto control sobre quién accede a qué. En el caso de los clubes de pádel, donde suele haber rotación de personal y acceso constante a datos sensibles, el riesgo se multiplica.

El caos silencioso que nadie ve
El mayor problema es que muchas veces nadie percibe el descontrol hasta que pasa algo. Un socio se queja porque le llega una notificación de pago que no reconoce. Alguien cambia la contraseña del correo general y bloquea a todo el equipo. O un exempleado conserva acceso al sistema de reservas y puede ver datos de socios meses después de haberse ido. Cuando esto ocurre, el daño ya está hecho.
Lo más preocupante es que, en la mayoría de los casos, no hay mala intención. Solo falta de gestión. La dirección confía en su equipo, el equipo confía en quien entra nuevo, y así se perpetúa un sistema sin control real. Pero la confianza, por sí sola, no protege la información.
A diferencia del control de acceso físico al propio club, que puede ser doblemente caro si no se hace bien, aplicar un sistema básico de control de acceso a la información no es complicado ni caro. Solo requiere organización y un poco de disciplina digital: definir qué información necesita cada persona para trabajar, establecer contraseñas únicas y seguras, y tener un protocolo para actualizarlas o retirarlas cuando alguien deja el club.
De la improvisación al orden
El cambio empieza con algo tan simple como dejar de pensar que el club es “demasiado pequeño” para preocuparse por la ciberseguridad. Los datos de los socios, los historiales de pagos o incluso los horarios de reserva son información privada. Cuidarla no es un lujo, es una obligación que puede ser ese punto de calidad que ayude a diferenciarse de otros clubs cuando los números no salen.
Cada vez más clubes de pádel están empezando a profesionalizar su gestión, y el control de acceso a los datos es una parte clave de ese proceso. No se trata de desconfiar del personal, sino de proteger al negocio y a quienes lo hacen funcionar. Porque si el nuevo recepcionista necesita acceso a todo el primer día, quizá el problema no sea él, sino cómo se está gestionando la información desde el principio.





